que Pablo, todos nosotros somos siervos de Dios―pertenecemos a Él (1 Co 6:19–20). Al principio pudo haber asombrado a los lectores romanos que Pablo se llamara a sí mismo esclavo. Algunos historiadores calculan que la población de todo el reino romano era de siete y medio millones de personas. Y de éstos, ¡tres millones eran esclavos!4 Pero ser esclavo de Dios no era lo mismo que ser esclavo de Roma, pues Dios es un Amo bondadoso, amoroso y generoso. “Esclavo de Dios” era un título de honor en los
Page 21